4.6.12

Vedette: una mala palabra


¿Qué es una palabrota?, ¿Qué es una mala palabra?   Se define como dicho ofensivo, indecente o grosero (DRAE)*.   Son soeces, vulgares, de mal gusto, indignas, intensas, auténticas, natas, turbadoras y muchas  veces imprescindibles....

En mi “casa” los adultos decían palabrotas… muy a menudo…pero ¡cuidado!, solo los adultos “tenían” ese privilegio.  Mi tía E., la  artista (se dedicó al baile) y la "oveja negra" de la familia, de ahí es que lo heredo, cuando venía a visitarnos a Puerto Rico, se sentaba en cualquiera que fuera el punto de la casa que se seleccionara para reunirnos, a hacer una especie de lo que hoy se denomina “stand up comedy”…solo que ella lo hacía sentada...  Todos sus cuentos y chistes estaban salpicados de “malas palabras”… La verdad que sin ese sazón  lo que contaba no daba la misma gracia.  Mi tía E. era la Álvarez Guedes o más reciente, la Alexis Valdés de la familia… Su fanático número 1 era mi padre….

En mi “casa” lo que prevalecía era el sistema matriarcal.  Me extasiaba  oyendo los relatos de  mi abuela T.  Esta nos narraba, salpicado de detalles tan gráficos que pasaban como una película ante tus ojos,  los eventos que enmarcaron su vida y los sucesos históricos que forjaron su personalidad.  Mi abuela T. se atrevió a ser una mujer divorciada.  Mi abuela T. se atrevió a trabajar para sostener a sus tres hijas y darle  una carrera profesional a mi madre.  Mi abuela T. se atrevió a salir a la calle y participar en la formación de un partido político.  Mi abuela T. se atrevió a luchar por ser una mujer con derechos y lo logró… por ella misma ...y  nunca perdió su esencia delicadamente femenina.... Fue exquisita siempre.  Todo esto, hoy en día es común, pero en la década de los 40 era considerado una “falta a la moral” y un golpe a los estereotipos de la época.

Recuerdo cuando siendo muy niña,  en una de esas asambleas feministas, me hicieron la pregunta obligada para tu preparación al real destino de ser adulto. … "Y tú  ¿qué vas a hacer cuando seas grande?"… Yo no lo dude, escupí: "ARTISTA".   El silencio era tan sólido como hacer el primer  corte  a un  queso de bola holandés… ¿Han  experimentado,  lo duro y difícil que es trozar una bola de queso holandés?... En especial la primera tajada. Pues esa fue la sensación general y global.  Todas las miradas se clavaron sobre mi diminuta persona. Desde la generala de mi abuela hasta las soldaditas rasas de mis primas que aparentemente ya habían pasado por este “proceso de iniciación”.  Después de unos segundos en silencio que parecían eternos, Abuela sentenció: “¡Artista, no!, te morirías de hambre, tienes que ser maestra o trabajadora social como tu mamá”.   Mi padre era maestro. Y en mi familia había artistas profesionales.  Dentro de “mi humanidad”, era la cosa más “horrible” que había oído en mi vida, que para ese momento era muy corta, pero me creía una eminencia en toma de decisiones.  Hoy a mucha honra soy bibliotecaria.

Me callé, porque cuando el “gran consejo matriarcal” dictaba “la sentencia”, la “acusada” tenía que permanecer en silencio, "aceptando" lo ordenado.  Desde ese momento comprendí que "ARTISTA" era una mala palabra en el léxico de mi familia.  Debo apuntar que en la época que esto sucede los artistas eran muy discriminados y si estos eran mujeres, el "pecado"  era “más degradante”.  Por lo tanto en el futuro debía tener cuidado con lo que salía de mi “boquita” y no “ofender”.

Desde mi visión infantil, no podía entender a estos adultos que se pasaban regañando, sentenciando por decir palabrotas y por desear ser  ARTISTA y ellos hacían todo lo contrario:   decían “malas palabras”, las “celebraban” con grandes carcajadas   y  “vivían” pendiente de la vida de los artistas.  Porque “la vida en mi casa” fluía  entre la radio, la televisión, las revistas y la sección  de farándula  de los periódicos.

Tuve una nana. Para mí, la más maravillosa y más “milagrosa” de todas.  Ella fue mi “Nanny McPhee”**   A ella le debo mucho de lo que he logrado en mi vida.  Ella a escondidas me ensenó a ser ARTISTA y DIVA.  A ella le debo el haber desarrollado la sensibilidad artística y el aprecio por la música y el baile.   Me enseñó lo que es ser glamorosa. Me dio lecciones de Marilyn Monroe hasta de La Lupe, pasando por Sara Montiel.   Tampoco puedo olvidar a Grace Kelly y Kim Novack. También a  ella le debemos que mis hermanos sean amantes de la lucha libre.  Otro tabú  en “mi casa” para aquella época.

La noche del sábado era sagrada.  La sala era el gran tabernáculo y el televisor el oráculo. 
En el principio el “culto sabatino” comenzaba con Tribuna del Arte del insigne Rafael Quiñones Vidal y luego se finalizaba con El Tele Cine Mexicano.  Antes de cada película, mi madre hacia la reseña de la película que se exhibiría,  con la crítica al elenco incluida.   Fueron muchas películas, unas clásicas y otras memorables.  Películas que todavía veo con la misma emoción de mi niñez por los recuerdos que traen.  Debo confesar en este momento que el gran amor de mi vida fue y sigue siendo Pedro Infante, aunque Abel Salazar también me coqueteaba.  Pero el Tele Cine Mexicano paso.  Y entonces los sábados en la noche cambiaron la historia de Puerto Rico y la mía.  Contaba las horas para poder oír el “Ahí viene, Ahí viene…IRIS CHACON”… La Vedette de América.  

Todas queríamos ser como Iris, solo que unas lo "gritábamos" y otras lo ocultaban diciendo que era una aspirante a artista que no sabía ni bailar ni cantar, pero muy adentro de ellas lo deseaban igual que nosotras.  Con Iris la palabra vedette se puso de moda.

Según el Diccionario de la Real Academia Española,  Vedette se define como:
(Voz francesa)
1. f. Artista principal en un espectáculo de variedades.
2. f. Persona que destaca o quiere hacerse notar en algún ámbito. Ese saltador es una vedette del atletismo. U. t. c. adj


En el principio fueron las  rumberas.  Y ahí sí que en mi casa crearon, administraron y mantuvieron una “base de datos” de las contemporáneas, en relación al arte de ser rumbera.  Ninón Sevilla, Blanquita Amaro, Meche Barba y la suprema, María Antonieta Pons. Para mí, Iris era la nueva María Antonieta Pons.  Mis amigas y yo,  a escondidas de las monjas, siempre estudié en colegios católicos y siempre tuve enfrentamientos con el clérigo por mi "personalidad artística", nos reuníamos a comentar todo lo relacionado e imitar a la Gran Vedette de América.   

Seguí su  vida y  carrera por muchos años como sus  matrimonios y el nacimiento de su hija Katiria. 

 


Iris Chacón en sus segundas nupcias con el músico Carlos Rosario






Cuando “La Chacón” ingresó a la universidad para hacer una carrera académica,  invertí mi tiempo libre en  seguirla y poder verla en su rol de estudiante.   En muchos aspectos Iris era como mi abuela T. 


Por supuesto si ser artista era “prohibido” para mi familia, expresar que quería ser vedette era “vedado”.  Y eso que mi padre decía que le guardaba cariño a Iris por que le recordaba a su hija.  Eso me daba esperanza de que algún día me dejaran hacer carrera de bailarina.   Pero, ¡NO!  Solo lo logre cuando me gradué y comencé a trabajar. Y entonces empecé en cero.  A los 26 años comencé a tomar clases de ballet, con niñas de 3 años y jazz con bailarines, algunos ya profesionales.  Los sábados eran intensivos y agotadores pero lo estaba logrando.  Tuve una también maravillosa maestra que desarrolló la disciplina, que  heredé de mi tía E., junto con el amor a la danza.

La anécdota más relevante de muchas que tengo de esa época, sucedió justo en la barra de ballet. Mi amigo L., que también era mi maestro de jazz, decidió tomar las clases de ballet para hacerme compañía.  Los dos éramos muy “pesados” para el ballet por la constitución de nuestros cuerpos.  En este mundo, los desordenes alimenticios, como la bulimia y la anorexia son parte del lado obscuro.  Si un bailarín al saltar y  al aterrizar en el piso, la madera cruje,  está fuera de carrera.  L. y yo “sudábamos sangre”  cada vez que había que hacer las rutinas de  saltos.  Sabíamos que la maldita madera no solo crujiría, sino que chirriaría. Una mañana de saltos continuos, L. estaba tan molesto que me dijo,  mientras hacíamos los ejercicios de la barra, que desistiera de bailar ballet y me concentrara solo en el jazz, porque con el cuerpo que yo tenía solo podía aspirar a ser vedette. Cuando terminó de hablar, miró de frente al espejo y estaba la Maestra de Maestros mirándonos fijamente.  Su mirada cortaba como una hoja de acero.

 Solo recuerdo el mismo silencio y tensión de cuando dije que quería ser ARTISTA.  Si yo en aquella ocasión había dicho una “mala palabra”, L., citando a Sadam Hussein, en este momento él había dicho “la madre” de todas las  palabrotas.    Después de esto, mi entrañable amigo, al poco tiempo dejó la academia de baile.  No lo he vuelto a ver, pero yo también desistí de seguir en el ballet.  Lo aprendido, y sobre todo la disciplina que adquirí, que mantengo y aplico para todo en mi vida, me han hecho ser una sobreviviente en todos los aspectos.  Por eso solo puedo decir... Gracias,  Iris Chacón... Espero algún día poder dártelas personalmente.

* Diccionario de la Real Academia Española
* Nanny McPhee

Nota:  Imágenes: Revista Angela Luisa (varios números)


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El caramelo de Iris Chacón: Artículo Periódico Primera Hora (sábado, 3 de septiembre de 2011)

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