La primera vez que oí la palabra Shangri-La, fue de
los labios de mi madre. Quedé seducida por ella. Es musical. La música
siempre ha corrido por mis venas. Creo que en ellas hay más música que
sangre. ¡Shangri-La! Mi madre sabía el efecto que había causado en
mí. Me contó de un relato que leyó en el Reader’s Digest, (que en su
versión en español, titularon “Selecciones”). En esta publicación tan de moda
en los años 40 y 50, apareció, una historia de un avión que se accidenta en lo
más profundo de la selva y como los sobrevivientes hacen el recorrido de vuelta
a la civilización. Uno de los puntos más impactantes del relato, para
mí, era como la única mujer del grupo se tuvo que desprender de su largo
cabello, que adoraba, porque este se enredaba entre la maleza, le
imposibilitaba avanzar y por lo tanto “salvarse”. Los protagonistas de
esta historia al contar su odisea, compararon su aventura con la que el escritor
británico, James Hilton, plasma en la más famosa de sus novelas: Horizontes
Perdidos (1933).
1933, año del principio de La Gran Depresión: la crisis
económica...y más adelante, la Segunda Guerra Mundial y Adolfo Hitler.
En 1973, descubrí la novela, por una versión musical que
hizo Hollywood.
1973, año de una década turbulenta: La guerra de Vietnam, la masacre de los atletas israelíes en las
Olimpiadas de Munich, golpes de estados, prácticamente a diario, el
escándalo Watergate, la muerte de Elvis Presley y la separación de
Los Beatles.
Un panorama desolador y negativo en ambas ocasiones.
Horizontes Perdidos relata cómo un grupo de individuos de
diversas clases y personalidades coinciden en un avión que se extravía en el
Himalaya. En su afán por sobrevivir llegan al valle escondido de Shangri-La.
El paraíso utópico de la sociedad perfecta donde impera la armonía espiritual.
La felicidad es permanente y los moradores, de este valle de la
abundancia, se acercan a la inmortalidad y son “perfectamente hermosos”
por dentro y por fuera.
Para épocas de una nefasta, cruel y real depresión y por qué
no, convulsión, la trama es idealmente escapista.
Si la música es mi “líquido vital”, la lectura es mi
“alimento”. Esta novela y sobre todo la película de 1973, (en 1937, se
hizo la primera versión fílmica de la novela, dirigida por el director, Frank Capra),
se convirtieron en parte de mi decálogo existencial. Aprendí
cada una de las canciones que componían la banda sonora, canciones que todavía canto
y analizo, una y otra vez. Desde ese momento, incorporé complementos
orientales a mi estilo personal. Siempre he querido tener los ojos
rasgados de los asiáticos. Y más que nada, he deseado formar parte de la
“comunidad eternamente perfecta y feliz” de Shangri-La. …¿Quién, no?...
Una vez más, estamos viviendo una Gran Depresión. Cuando las
mujeres de mi familia contaban, sus historias, como parte del elenco trágico de
los 30 , siempre puntualizaban en: “Tienes suerte de haber nacido en esta época".
Y yo, ingenua, me lo creí.
Una de las canciones de la banda sonora de Lost Horizon
(1973) se titula: “The World is Circle”. Y su primera estrofa dice:
The world is a circle without a beginning
And nobody knows where it really ends
Everything depends on where you
Are in the circle that never begins
Nobody knows where the circle ends
And nobody knows where it really ends
Everything depends on where you
Are in the circle that never begins
Nobody knows where the circle ends
Traducción:
El mundo es un círculo sin principio
Y nadie sabe dónde termina
Todo depende de dónde tú
Estás en el círculo que nunca comienza
Nadie sabe dónde el círculo termina
Y nadie sabe dónde termina
Todo depende de dónde tú
Estás en el círculo que nunca comienza
Nadie sabe dónde el círculo termina
Y son estas líneas, precisamente, las que han vuelto a
traer a a mi memoria, el fenómeno Shangri-La.
En esta Gran Depresión de los 30, se ha fundido la
vorágine de la Década de los 70: los precios elevados de las materias
primas, la sobrevalorización de los productos de consumo, la alteración en el orden alimentario y la dependencia energética,
la inflación aumentando la crisis crediticia e hipotecaria. A todo esto se le
suma el terrorismo prácticamente en la puerta de tu casa, y la violencia
rampante a cualquier hora o lugar. Y ésta ya no discrimina.
Buscamos desesperadamente nuestro valle de “felicidad
eterna”. A como de lugar. Repetimos la historia de la mujer que tuvo que
“sacrificar” su pelo para poder sobrevivir, solo que ahora, estamos
sacrificando los sentimientos, los valores, la instrucción y la
disciplina y muchas veces desperdiciando algo tan valioso como la vida misma.
La canción dice: el mundo es un círculo, y así como pasó
en 1933 y en 1973, sabemos que este mal momento se superará y regresará la
prosperidad. Les contaremos a nuestros descendientes sobre la gran
depresión postmoderna. Y Shangri-La continuará existiendo por siempre escondido
en cada uno de nosotros, aunque no lo conozcamos por su nombre. Pero
entonces es nuestra obligación conservar y preservar los fundamentos vitales, para alcanzar la “perfección” de sus habitantes, sin perder
la individualidad.
Me encantó el escrito,su mensaje y reflexión. Una gran escritora, pensadora y mejor ser humano plasmando la realidad que vemos y que no suele ser aceptada. Es admirable. Te felicito.
ResponderEliminarAngel
Gracias
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