¡Pareces un árbol de navidad! O peor ¡Pareces la Puerca de Juan Bobo! Soy excéntrica y alérgica a los estereotipos. Hasta para nacer. Y por serlo los miembros de mi “círculo dinástico” me “sentenciaban” con ese “fallo” en muchas ocasiones. Aunque, desde mi punto de vista, lo que llevaba puesto estaba bien coordinado. Me gusta combinar diferentes estilos a la misma vez. Soy ecléctica,… fusiono los estilos.
Cuando menciono, que soy bibliotecaria, automáticamente tengo que esperar un silencio acompañado de ojos desorbitados. Ya me acostumbre. Si no ocurre…”something's wrong”. Entiendo que esperan una “cuatro ojos”, “estofona” o “sabelotodo” de vestimenta sobria y nada de llamar la atención. Solo para mantener el orden y el silencio absoluto. Porque ese es el estereotipo de la bibliotecaria. Cuando estudiaba mi maestría, mis profesores y compañeros, me bautizaron con el alias de la “imagen cambiante de la bibliotecaria”. Después de tantos años, 29 para ser exactos, me temo que todavía cargo con el mote. En el 2012, los bibliotecarios son administradores de la información. Y la información es el poder.
Nacemos, crecemos y morimos atados a los estereotipos. Un estereotipo es una imagen o idea aceptada comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable (RAE). Estamos “esclavizados” a los estereotipos. Si te atreves a salirte de esa “imagen o idea” eres rebelde, o “no eres normal”. Cuando lo rompes lo justifican con…”es que es artista”. Y esto hasta cierto punto esta evidenciado. Si no, nunca hubiéramos tenido a un Michael Jackson, el “Rey” absoluto, una Madonna, artista y empresaria, John Lennon, un visionario más que un compositor-cantante, un Jaime Baily, erudito rebelde, una E. L. James, la autora del momento con su “Fifty Shades of Grey” o una Lady Gaga,…bueno, realmente con ella, se terminan las palabras, y otros tantos que se atreven a romper el molde establecido. Pero atención, también hay artistas que los encasillan en un estereotipo. Tomemos a Marilyn Monroe (1926-1962). Ella estaba clasificada como “rubia tonta” (“dumb blonde”), además de “sex symbol”. Porque desgraciadamente el equivalente de rubia, es tonta. Aunque algunas pelinegras hacen malabares para “mercadear” y sacarle provecho a su fama de tonta.
Ser muy bonita o bonito, porque ahora a los hombres se les está aplicando también la norma, automáticamente convierte al individuo, en un “seso hueco”. Por mas que se debata que esto es cosa del pasado. Y si no porque dicen: “es bonita e inteligente” o “lo tiene todo: belleza e inteligencia”. Entonces, ¿qué pasa con el que carece de una o las dos?...
Durante mi niñez y adolescencia (60’s), el estereotipo femenino era el prototipo de heroína de las novelas rosa o Corín Tellado (1927-2009). Hermosa, extremadamente joven, sin estudios universitarios preferiblemente, sumisa, silenciosa y mártir. Esperando solamente “un príncipe azul”, no se permitía otro color; que fuera millonario y que le doblara la edad para que la socorriera y convertirla en una perfecta esposa, ama de casa y madre de una gran prole.
Esto era el “final feliz” (“happy ending”) al que todos aspiraban. ¡LAS DETESTO! Tengo que confesar, que en relación a esta literatura, todas mis simpatías, son hacia los villanos. Son los únicos que exhiben la inteligencia. El resto de los protagonistas parece que “la mandaron a paseo”.
Naturalmente el “componente femenino” de mi familia eran fervientes entusiastas de este tipo de trama. Además de la Tellado, leían entre la gama de “autores rosados”, a Trini de Figueroa y ¡voila!, un hombre: Carlos de Santander.
“Hasta que no cumplas los quince años, no puedes leerlas.” Esa fue la “orden militar”. Ya escribí anteriormente sobre sus “consejos matriarcales” (Vedette: una mala palabra – junio 2012).
Llegaron los esperados quince años. Ahora podía afeitarme las piernas, usar “tacas” y leer las “novelas románticas”. Cuando al fin pude leer la primera…no me gustó. La encontré frívola y necia. Continúe leyendo varias, pero nunca me “engancharon”. Irónicamente conservo la vasta colección de estas “novelas rosas”, de mi madre, como un “gran tesoro” que heredé de ella. Pero me resisto a leerlas. Quizás algún día lo haga como homenaje a una mujer que he admirado desde lo más profundo de mi ser.
Siempre desee ser rubia. Pero nací, pelinegra. Y mi madre deseaba que naciera con los ojos azules como mi abuela C. Creo que se estudió todos los manifiestos de genética que encontró, esperando que por lo menos “uno de su descendencia” fuera engendrado con ojos claros. Hasta el día de hoy nadie los ha logrado. Pero la madre naturaleza o mi hada madrina que están tan de modas, sí, me premió, “blanqueando” mi pelo a los doce años. Lo heredé de mi abuela T. A nadie en mi casa le gustaba, empezando por mi padre, que me exigió lo que a la mayoría de las adolescentes de mi época le negaban, teñirme el pelo. He tenido toda la gama de colores, hasta los inimaginables, en el pelo. Cambiaba la moda, y automáticamente, cambiaba el color y el estilo de llevarlo. Hoy que ya no lo proceso, luzco el más platinado de los cabellos, que es realmente el color que me favorece, porque es el que tenía que ser. Y vivo muy orgullosa de él.
Obviamente, mis muñecas favoritas eran las rubias. Mi primera Barbie (Mattel/1959). Me la regaló mi madre. La trajo del área metropolitana. Porque “antes” esas “cosas” de vanguardia se vendían primero en “la capital”. Cuando llegaban a “tu pueblo” había pasado mucho tiempo y podían haber perdido parte del “boom”… y ya todo el vecindario “había ido a San Juan a comprarlo”. Aunque el establecimiento se encontrará en Bayamón.
Luego de asistir a una reunión profesional, ella y sus compañeras de trabajo, visitaron una tienda por departamento muy de moda y que vendía a través de su “famoso catálogo”. Todavía el gran Templo del Consumismo Nacional no existía, pero se estaba forjando en la mente de sus creadores. Y entonces, vieron esta única muñeca que estaba cambiando el estereotipo de las mismas.
Las muñecas hasta ese momento representaban, en su mayoría, a infantes. Los juguetes para niñas, por lo general, estaban basados en los quehaceres domésticos. Por lo tanto, todo esto contribuía, a reforzar la idea de que el único destino que tenía una mujer, era seguir “la carrera doméstica”. ¡Continuando el follón del estereotipo!
Los “oficios profesionales” parecían que no existían para las mujeres. Tan es así, que en el currículo escolar femenino, era obligatorio tomar el curso de Economía Doméstica. Era “cosa de hombres” hacer una carrera profesional y preferible, que fuera muy lucrativa. Si los estudios se hacían en el extranjero, “el valor aumentaba”. Debían ser médicos, abogados, ingenieros. El resto de las profesiones, tal parecía, que “carecían de lustre”. Por lo tanto a la hora de “buscar marido” este factor tenía bastante peso. El amor llegaría después…
Llegó Barbie. Se le calificó como “fashion doll”. Su profesión era y es modelo. Recientemente vi un documental en televisión (About Face: Supermodels Then and Now, HBO/ 2012) sobre las primeras supermodelos. Hoy retiradas de las pasarelas y las cámaras, pero con un bagaje de experiencias vivenciales envidiable. Rompieron el patrón en su momento. Una de las revelaciones que más me llamó la atención es que en los inicios se presumía que una modelo era el equivalente a una prostituta. Las profesiones validas eran maestra o enfermera. Una actriz, …hum... Pero ¿modelo?…
Barbie venía en varios colores de cabello. Mi primera Barbie fue una “brunette bubblecut” (1961-1965). De primera intención, no me gustó, por el color y la forma del corte de cabello. Hubiera preferido una “blonde ponytail”. La mayoría de mis amigas tenían ese “estilo”. Con los años descubrí que esa primera Barbie era muy parecida a mi madre en su juventud… y por lo tanto ella la compró a su gusto, no al de su hija.
Barbie ha sido comparada con la Monroe. La “heroína plástica”, con el transcurrir de los años ha llegado a ser presidenta de todas las naciones del mundo, ha protagonizado todos los eventos y épocas de la historia de la humanidad, ha ejercido todas las profesiones, excluyendo “la más antigua”, y ha conquistado el espacio y el universo. Con el tiempo, se ha descubierto que MM, no fue solo un ícono de belleza supremo, si no que fue una mujer inteligente que vivió atormentada por ser esclava de la “etiqueta” que le impusieron. Lo que la llevo a terminar con su vida y convertirla en un mito. Tenía 36 años al morir.
Yo admiraba, rayando en la adoración, a todas las rubias que salían por la televisión. Estaban Barbara Eden (I Dream of Jeannie o Mi Bella Genio), Elizabeth Montgomery (1933- 1995) (Bewitched o Me casé con una bruja)…
...y la que para mí fue la más grandiosa de todas: Anne Francis (1930-2011).
¿Quién fue Anne Francis? En Puerto Rico, se le conocía como la “Rubia Peligrosa”. En Estados Unidos, era Honey West (ABC / 1965-1966). ¿Porque fue peligrosa y me atraía tanto? Fue la primera mujer detective en la televisión americana, inteligentemente asertiva, dominaba las artes marciales con porte y guardarropa de supermodelo y su mascota era un ocelote llamado Bruce. Se comunicaba con su socio, un detective con porte de galán, a través de un radio en forma de lápiz labial. ¡Wow! Esto no recuerda a los “gadgets” electrónicos de hoy en día.
En muchos aspectos era tan parecida a otro de mis personajes de ficción preferidos: la villana “Gatúbela” o “Catwoman” (Bill Finger & Bob Kane/1940). Otro golpe contundente al estereotipo de la época. Las mujeres han representado villanas inteligentes, hábiles, líderes o independientes. Mis “Gatúbelas” favoritas: Julie Newmar y Michelle Pfeiffer.
Tanto Honey West como “Catwoman” fueron censuradas en su momento. La serie Honey West solo duró un año en la televisión y “Gatúbela”, ya todos saben la historia. La entierran y la resucitan de acuerdo a los intereses económicos. Esas siete vidas que debe tener por ser gato, se han multiplicado como el milagro de los peces y los panes.
Seguimos batallando contra la dependencia hacia los estereotipos. Recientemente estamos viendo una tendencia evidente a desprendernos de ellos. Un ejemplo. Lady Diana Spencer o La Princesa Diana (1961-1997).
Ahora a esta altura de mi vida la comprendo y hasta me identifico con ella. De hecho mucho de mi guardarropa y de “my style” tienen un trasunto con ella. Luchó contra la monarquía y la prensa amarillista disfrazada de rosa. Esta lucha la llevó a la muerte. En parte por no querer aceptar el estereotipo de princesa de cuento que se le exigía. Tenía 36 años al morir.
Quince años después vimos a la Reina Isabel de Inglaterra, prestándose a participar en una filmación para la apertura de las Olimpiadas en Londres (2012). Esta ya famosa secuencia, muestra a un doble simulando que es ella lanzándose desde un helicóptero, en paracaídas, para llegar al estadio donde se celebrará la ceremonia de inauguración. Acompañada por un “James Bond” (Ian Fleming/1953) que se percibía “nervioso” por la aproximación “real”. ¡Bravo Diana! Tomó tiempo, pero venciste.
Tenemos otros “personajes” que hacen lo “peligrosamente inhumano” por “adquirir” la plasticidad de Barbie. Son los casos de la rusa Valeria Lukyanova y la inglesa Sarah Burge, ambas con múltiples cirugías plásticas. Son conocidas como las “Barbies Humanas”.
Sarah Burge, recientemente protagonizó un sonado y amargo incidente con el periodista Anderson Cooper cuando declaró públicamente que aceptaba que le inyectaran botox a su hija de ocho años. No estoy en contra de las cirugías o prácticas estéticas, pero pienso que todos los excesos son peligrosos.
El periodista, la expulsó de su programa en vivo, por el desagrado que le causó los comentarios de esta “defensora de las plásticas”. Anderson Cooper es el hijo de la artista, diseñadora, escritora y heredera, Gloria Vanderbilt. Curiosamente días después, Cooper emitió un comunicado declarando su homosexualidad. Le comenté, en un correo electrónico, a mi amiga D., que me proveyó información, para este artículo: “Quedo tan afectado con la superficialidad de la Burge, que tomó la decisión de “salir del closet””.
Han pasado muchos años y se han olvidado de Elvira Quintana (1935-1968), la actriz mexicana que murió a los 33 años, por complicaciones con el silicón. El páncreas y los riñones le dejaron de funcionar luego de inyectarse esta substancia para mejorar su apariencia física, específicamente, para aumentarse el busto y las piernas. En Puerto Rico vivimos varios incidentes nefastos en mujeres, algunas conocidas, que se sometieron a intervenciones de este tipo. Unas murieron y las que se salvaron, se vieron en el umbral de las puertas del Averno. Mi madre decía:”Tanto quiso el diablo arreglar a su hijo, que lo dejó tuerto”.
Sin embargo, ahí está Queen Latifah, una mujer de talla “enorme”, sin una pizca de “fragilidad femenina”, de la raza negra, siendo la portavoz de la compañía de cosméticos Cover Girl. Y luce…IMPONENTEMENTE ESPECTACULAR.
El atleta sudafricano, Oscar Pistorius, corredor de los 100, 200 y 400 metros y que recientemente compitió en Londres, sufrió la amputacion de ambas piernas. Para correr utiliza unas prótesis especiales construidas en fibra de carbono. Actualmente posee varias marcas mundiales.
Estos cambios están modificando la sociedad, la política, la cultura y la educación. Esto no significa que debamos caer en una “anarquía”. Son procesos evolutivos. Unos más positivos que otros.
Cada individuo tiene la total libertad de expresar su personalidad y su forma de ser, pero debe hacerlo en la justa medida. Si se excede entonces tiene que ser lo suficientemente valiente para aceptar las consecuencias de la toma de sus decisiones.
¡Me gusta parecerme a la puerca de Juan Bobo!
¡Me gusta parecerme a la puerca de Juan Bobo!